Que oscura se manifiesta la noche tras un vibrante atardecer dorado. El sol finaliza su recorrido, templando con su energía todo aquello que ha alcanzado iluminar, pero llegado el momento final, ya escondido, la cruda brisa nocturna se cierne implacable en derredor.
La luna, recurso alternativo buscado con avidez, aparece bella y fría, ilumina con delicadeza, desvela secretos que el exceso de luz solar no ha permitido ver, resalta texturas, esconde defectos, sin conseguir templar el corazón.