Anoche soñé contigo. Tus ojos me miraban, tus labios sonreían, tus manos calmaron mi errático deambular, templaste mi ánimo.
Como un niño me refugié en tu regazo, busqué tu protección. Tu serenidad alimenta mi anhelo, y mi respiración se hace casi imperceptible, serena y pausada.
Qué tienes que me puedes, qué me das que me sustentas, qué poder ejerces sobre mí.